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4.01.2011

Noches


Me inspiras sexo.

Cuando dibujo en mi mente la silueta de tus ojos,
el rictus arrogante de tu sonrisa,
la nuez sobresaliendo en tu perfil,
me sumerjo en una nube de olor a tabaco.

Me marea y me hace flotar,
me doy cuenta de que hay música por todos los poros de nuestra piel,
gritos de diafragma y guitarras duras,
y mis pupilas se dilatan al encontrarse con tu camisa.

Desabotonada, sudada pero tuya al fin y al cabo,
mi cuerpo deseando enredarse entre tus brazos fuertes,
desnudos y acabados en unas manos que agarran alcohol,
cierras los ojos ignorando a los míos propios.

Mientras te fundes con la música yo la repelo,
deseando fundirme cuerpo a cuerpo,
siento la conexión eléctrica desde metros de distancia,
y sé que tú también la sientes.

Me inspiras imprudencia y decadencia,
me vuelvo loca en tu sola presencia,
me vuelvo loca en tu sola presencia,
me inspiras sexo,
me inspiras.

2.15.2011





Cuando te veo,
siento que surcan
olas por mis venas
que van creciendo
hasta llegar a la orilla,
torrente del corazón.

No tiene sentido,
porque no sé
el sonido que tiene tu voz
ni el timbre
ni la profundidad,
tampoco sé tu acento.

Eres un misterio,
te veo
cada mucho tiempo
cruzando las aceras
y compartiendo acontecimientos
de los cuales luego,
pierdo tu recuerdo.

No sé quién eres,
tampoco sé
si quiero saberlo
y así seguir
buscando tu reflejo
entre mareas de luces,
y humo denso.

Nos veremos en mis sueños,
donde sé tu nombre
y tu edad y tu esencia
y tus pensamientos
transparentes y ligeros,
donde puedo hablarte.

¿Cuándo volveré a verte?
¿Dónde? ¿Con quién?
¿Por qué? ¿Para qué?
¿Me mirarás? ¿Me hablarás?
¿Seremos esclavos del tiempo?




2.02.2011

pesadilla. pero real.

Respira...

Respira...

Cerré los ojos hincando las uñas en el colchón. Las 4:00 a.m. aproximadamente de un frío lunes de finales de enero.

Respira... respira de una maldita vez.

Los oídos estaban siendo bombardeados por el pulso arrítmico de un corazón excitado.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Ni puto caso.

Más de ciento cincuenta pulsaciones por minuto.

Respira...

De pronto fui consciente de que tenía el pelo empapado de sudor, la cara mojada por lágrimas de terror y las sábanas arrugadas por la fuerza de mis manos. Temblores por el cuerpo. Mareos. Aliento en la oscuridad.

Y no cesaba. No cesaba y estaba sola, desnuda, acojonada, incapaz de ver otra cosa más allá de el puto bombeo de este puto corazón ansioso.

Escuché un gemido en la habitación de al lado. Mi abuela y los dolores de sus débiles y desgastados huesos. Mi abuela y mi abuelo. Un rostro deformado con ojos como canicas, abiertos como si fueran a salirse de las cuencas y la cabeza doblada hacia atrás.

Joder, voy a morir aquí y ahora.

Respira...

Me va a dar un infarto, ostia. Como a él, me lo va a dar.

Y entonces disminuyó.
Poco a poco. Apreté un dedo contra mi muñeca, y el pulso era casi normal.
Pensé en ella. En las pruebas correctas del hospital.


Me costó pero superé el miedo.